Botellón en el autobús de Portillo con parada en comisaría


José Luis supo desde el primer momento que le iban a dar problemas. Los tres primeros en subirse al autobús se pararon a sacar su tiquet, pero el cuarto se agachó e intentó pasar por detrás de ellos. «Quiso colarse, pero lo pillé. Ahí empezaron los insultos».

El conductor de Portillo, que cubre desde hace cuatro años la línea Málaga-Benalmádena, recogió a los cuatro jóvenes en la parada de la avenida de la Paloma. Faltaban unos diez minutos para la una de la madrugada del sábado de la semana pasada. José Luis reanudó el viaje.

Los chavales se acoplaron en la fila de cinco asientos traseros del autobús y empezaron a meterse con él, a dirigirle palabras ofensivas, según relata el chófer. El resto de los pasajeros asistían en silencio al espectáculo que el conductor presenciaba desde su espejo retrovisor.

Dos paradas más tarde, en la avenida de Velázquez, José Luis se cansó de aguantar y aprovechó que el autobús estaba detenido para llamarles la atención, ya que habían empezado a fumar y a beber dentro del vehículo.

«Iban cargados de bolsas con botellas y con hielo. Por el color, creo que estaban bebiendo whisky. Les dije que tiraran la copa y que apagaran los cigarros», explica el chófer, con dieciocho años de experiencia en el gremio, que prefiere mantenerse en el anonimato.

No le hicieron caso. José Luis asegura que siguieron los insultos y se tomaron a broma sus advertencias. Él optó por no discutir. Precisamente ese día se había incorporado de una baja de dos semanas tras recibir un puñetazo de un cliente. «Ya he sufrido una crisis de ansiedad, y no quiero caer en otra», expresa.

Alto en el camino
Pero las cosas no se iban a quedar así. Al llegar a la altura del Torcal, José Luis se desvió de su camino. Sabía que le quedaba cerca la Jefatura de la Policía Local del distrito de Carretera de Cádiz. «La pena es que los demás pasajeros no tenían la culpa, pero siempre pagan justos por pecadores».

Una patrulla policial ordenó detenerse al conductor cuando ya se encontraba junto a la jefatura al verlo fuera de su ruta. «Cuando los chavales vieron que me dirigía a la comisaría, empezaron a amenazarme».

El conductor paró el vehículo y contó a los agentes que llevaba a bordo a cuatro jóvenes de entre 18 y 20 años que querían hacer botellón dentro del autocar. Los policías ordenaron bajar a los cuatro chavales. Ahí terminó su viaje.

José Luis reanudó la marcha, rumbo a Benalmádena. Los jóvenes se quedaron en tierra, aunque sus nombres han quedado plasmados en un informe policial.

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