Humillación sin paliativos para un Unicaja indolente (83-66)


La paciencia tiene un límite y el Unicaja lo sobrepasó ayer. El equipo malagueño ha dejado de merecerse la comprensión, los paños calientes y la condescendencia mostradas con él desde el pasado verano. Su arranque de temporada es a todas luces inadmisible. Tanto como la derrota de ayer, contra un rival, el Xacobeo, que hace tres meses sencillamente no existía. Una humillación en toda regla y sin excusas (83-66), sin la menor opción de victoria en 40 minutos de partido desesperantes, plagados de indolencia e incapacidad que han acabado por poner al nuevo proyecto cajista en tela de juicio e instalado por demérito propio en los puestos de descenso después de siete jornadas.
Se acabó el aguante y no por falta de ganas. Es el propio Unicaja el que ha tirado por la borda un voto de confianza que nunca puede ser perpetuo. El equipo se ha hartado de decepcionar cada fin de semana. Su marcha antagónica en la Euroliga abrió cada jueves las puertas a la esperanza, a la confianza ciega en el cambio de rumbo. El último llamamiento, el lanzado tras la victoria en Orleans, la tercera consecutiva de la temporada, concedió una fuerza inusitada a la ilusión del despegue. Y esa misma fuerza es la que ahora se vuelve contra él.
Parcheos
Seis derrotas en siete partidos es un balance para empezar a pensar que la apuesta realizada hace aguas. Los parcheos ya han comenzado a realizarse, la prueba más evidente de los errores cometidos, empezando por la posición de base, la que más dudas generaba y cuya cobertura se subestimó tras la marcha de Cabezas. Cook volvió a demostrar ayer que se pierde en la refriega, que tiene el sentido de la dirección atrofiado. Lejos del aro, si Dean no funciona ninguno de sus compañeros de posición constituye la menor amenaza para el rival. Y por dentro, la posición de 'cuatro', lesiones al margen, está tanto o más desguarnecida que la pasada campaña con Germán Gabriel.
La crisis, algo más que deportiva, está servida. El club se prepara para la ausencia histórica de la inexcusable Copa del Rey, algo que sólo un milagro podría alterar. Pero es peor aún la sensación de inseguridad, de inconsistencia, de falta de regularidad e intensidad que transmite un Unicaja sin rumbo en la ACB. Quizá estar o no en Bilbao sea lo de menos. Lo de más es saber cómo puede salir de la zona de descenso, porque en la séptima jornada su estancia en la penúltima plaza pierde el carácter anecdótico que tuvo semanas atrás. Y con todo lo visto y lo que queda por venir -Valencia, Barcelona, Bilbao, Joventut, Gran Canaria o Caja Laboral, entre otros- hay razones sobradas para pensar en lo peor.
Las bajas de Printezis y Blanco constituyen una justificación demasiado pobre para excusar el tropiezo de ayer en Santiago. También el conjunto que entrena Curro Segura carecía de su mejor jugador, el veterano Marc Jackson, y de Pasalic, otro de los interiores con mayor experiencia en la máxima categoría. Sin ellos, el sustento del Xacobeo bajo los aros quedó en manos de Terry, el debutante Hettsheimeir y Manzano y Higgins, los dos últimos jugadores de contrastada talla LEB -en las últimas cinco temporadas acumulan entre ambos cinco partidos en la ACB-, demasiado para Archibald, Freeland y Rubio, tan superados como para que el joven Lima hubiera de acudir a su intento de rescate.
Este fue el rival por el que se vio superado el Unicaja, un equipo probeta, confeccionado de la nada en cuestión de semanas, con una estructura técnica alimentada desde Los Guindos -Lázaro y Alberto Blanco- y con una plantilla construida contrarreloj y casi sin medios, con piezas de saldo, pero con un amor propio y unas ganas que ya quisiera para sí el conjunto malagueño. Si de su calidad se duda, su falta de actitud queda ya más que comprobada.
Venganza
Ese ímpetu, sangre caliente que le dicen, quedó escenificado en Vasileiadis y Alfonso Sánchez, dos jugadores defenestrados por el Unicaja, como tantos otros durante los últimos años, que se cobraron ayer su merecida venganza. Los puntos del primero, desatado en la anotación sin que ni Berni ni Welsch ofrecieran respuestas, y la actitud defensiva del marbellí, clave en la marca a Dean, enterraron buena parte de las opciones malagueñas, aunque hablar de opciones para el Unicaja constituye un eufemismo excesivo visto lo visto.
Sólo en el primer cuarto hubo algo parecido a una muestra de superioridad por parte del cuadro malagueño que lo llevó a dominar el marcador por cinco puntos de ventaja (15-20, minuto 9). Pero tan pronto como llegó se fue. A partir de ese instante, el monólogo local resultó abrumador. La paupérrima marca anotadora hasta el descanso (nueve puntos) favoreció el despegue del Xacobeo, que cerró la primera mitad con diez puntos de ventaja (39-29).
Pero lo peor estaba por llegar. Al desacierto, fruto del empeño por anotar desde el exterior y desdeñar la ventaja en la zona, se sumó la dejadez más absoluta, una indolencia insostenible que propició una diferencia sonrojante en el electrónico a favor del cuadro gallego (61-38, minuto 29). Las caras del banquillo, los hombros descolgados en la cancha, lo decían todo. La actitud y la calidad no dieron para más que para maquillar mínimamente el resultado durante el último cuarto entre atisbos de resurrección muy limitados y fácilmente controlables por los locales, que manejaron la situación a su antojo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario