La mirada impresionada de Salvador Dalí parece un macabro anuncio de la tragedia que se esconde tras la puerta sobre la que se halla impresa. Es la foto de la habitación 505 del hostal temático El Cid, en Fuengirola. Los trazos irregulares del precinto policial confirman que ha sido el escenario de un crimen. El de S. E. C., una estudiante sueca de 18 años que murió degollada. Su amiga, con la que estaba de vacaciones, fue apuñalada, aunque logró salvarse.
Una planta más abajo hay otro precinto. Habitación 404, también capicúa. Beethoven. Allí se alojaba hasta ayer Abselam B., marroquí de 30 años. El hombre que supuestamente apuñaló a las dos chicas y que fue sorprendido por el recepcionista del hostal con un cuchillo en la mano. El individuo se encuentra detenido en comisaría como presunto autor del crimen. Los investigadores creen que accedió al cuarto de las víctimas con la «pretensión de agredirlas sexualmente», según informó ayer la Subdelegación del Gobierno.
En el tercer piso no hay precinto, pero sí otro protagonista del caso. Un policía nacional que está de prácticas en Marbella y que estaba pasando unas vacaciones en el municipio fuengiroleño. El agente que persiguió a Abselam escaleras abajo y que lo retuvo hasta que llegaron sus compañeros.
Las víctimas se alojaron el miércoles en el hostal -situado en la céntrica avenida de los Condes de San Isidro- con motivo de la celebración del fin de curso escolar. Habían venido a visitar a una amiga que estaba en Fuengirola. Tenían previsto marcharse el viernes, pero pagaron la factura y decidieron prorrogar su estancia hasta el domingo.
Abselam llegó a Fuengirola el viernes. El marroquí, que tenía tarjeta de residencia en España, había trabajado en la construcción, aunque ahora estaba en paro. No le constan antecedentes policiales. Había vivido en la localidad granadina de Las Gabias, aunque últimamente paraba por Mijas costa, donde arrendó un piso. El jueves finalizó el contrato de alquiler, por lo que buscó habitación en el hostal. Solo reservó para un día.
El viernes por la noche, unos y otros salieron por separado a dar una vuelta por Fuengirola. «Parece ser que coincidieron en alguna discoteca», según comenta el director y propietario del hostal El Cid, Carlos Lombardi. Ellas regresaron al establecimiento hostelero sobre las dos y media de la madrugada. Saludaron al recepcionista y se fueron a su cuarto.
A las 3.22 horas llegó Abselam. Iba vestido con una camisa gris y unos pantalones blancos. Llevaba un vaso de plástico en la mano. Al encargado de la recepción le dio la impresión de que iba bebido. Le entregó las llaves de la 404 y le apoyó la mano en la espalda para ayudarlo a entrar.
Lo que sucedió a continuación es lo que ahora intentan esclarecer los agentes de la Policía Nacional que llevan el caso. «La puerta de la habitación de las chicas no estaba forzada. No se sabe cómo consiguió entrar», dice Lombardi. Sí se conoce el resultado. Antonio Serrano, el recepcionista, escuchó los gritos de una de las jóvenes, que bajaba por las escaleras. Estaba ensangrentada. No paraba de repetir las palabras «crazy» (loco, en inglés) y «knife» (cuchillo).
Unos mechones en la mano
La joven S. E. C. yacía muerta en el suelo de su habitación 505. Tenía varias heridas de arma blanca, una de ellas muy profunda en el cuello. Al parecer, en sus manos aún conservaba unos mechones de pelo que arrancó al agresor en el forcejeo. Su amiga, de 19 años, sufrió tres cortes en los brazos y uno en el cuello que estuvo a punto de alcanzarle una zona vital. Fue evacuada al hospital, aunque poco después recibió el alta y acudió a comisaría para prestar declaración.
Los gritos de la joven despertaron a varios huéspedes del hostal, entre ellos al agente en prácticas que se alojaba en la tercera planta. Se puso unos pantalones y bajó a ver qué ocurría. Fue entonces cuando se encontró a Abselam, que bajaba corriendo por las escaleras. Lo redujo hasta que llegaron sus compañeros, que se hicieron cargo del detenido. El marroquí también tiene heridas de arma blanca, posiblemente como consecuencia del forcejeo. Al cierre de esta edición, permanecía en los calabozos de la comisaría de Fuengirola a la espera de ser interrogado.
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