Hallan una bomba de unos ejercicios militares en La Araña


«A mí no me da miedo nada». José Jiménez exhibía orgulloso entre risas su hallazgo: un artefacto explosivo que devolvió el mar a la orilla de la playa de La Araña, a la altura de la fábrica de cemento, y que este albañil y pescador ocasional encontró ayer por la tarde mientras faenaba.
Ya sea por valentía o imprudencia, este malagueño de 40 años manipuló alegremente lo que desde un principio parecía una bomba, la retiró de la arena y se la enseñó a sus amigos y vecinos de la zona, convencido de que era totalmente inofensiva. «El mar la ha estado golpeando continuamente y no ha pasado nada, así que sé que no va a explotar», afirmaba rotundo José, que explicó que se encontró esta especie de proyectil en el rebalaje alrededor de las cuatro de la tarde. «Vi un bulto raro, me acerqué por curiosidad y lo cogí con cuidado», explicó.
Cuando llegó a la zona el primer agente de la Policía Nacional, el pescador aficionado no dudó en echarse al hombro el artefacto -de unos 60 centímetros de alto, quince de diámetro y unos treinta kilos de peso-, y meterlo en el maletero del coche policial. De ahí, pasó al asiento del copiloto y luego, cuando llegaron los especialistas en desactivación de explosivos (Tedax), el inquietante objeto regresó a la orilla, donde fue desactivado más tarde.
El aparato, de color verde claro y blanco, tenía inscrita la referencia 1958 Mod. 67B y en él podía leerse 'Autorite Maritime', lo que revela que es de fabricación francesa. Tras un primer análisis, los artificieros concluyeron que se trataría de un artefacto militar con una carga explosiva a base de una mezcla de fósforos, según las fuentes consultadas.
Aunque el proyectil estaba «dormido» -no estaba activo- podría haber sido potencialmente peligroso. La investigación, que aún está en su fase incipiente, apunta a que el artefacto habría sido utilizado recientemente en algún ejercicio militar en alta mar y habría llegado accidentalmente a la costa.
Prudencia
Los policías que se trasladaron a la zona no salían de su asombro al ver cómo José Jiménez había pasado por alto todas las normas de prudencia que hay que seguir en estos casos: «Por favor, no muevan más el artefacto, no tenían que haberlo tocado», espetó el agente que se personó en el lugar tras recibir la llamada de aviso.
Mientras, algunos vecinos inmortalizaban el hallazgo con sus teléfonos móviles sin guardar ninguna distancia de seguridad y algunos niños se arremolinaban, curiosos, alrededor del objeto. «¿Va a explotar?», preguntaba uno de ellos. «Apártense, apártense», repetía una y otra vez el policía, que recibió a los pocos minutos el apoyo de otros dos funcionarios que despejaron y acordonaron la zona, a la que se empezaban a acercar vecinos atraídos por el despliegue policial.
Más de media hora después llegaron los artificieros, que hicieron un cono en la arena para enterrar la bomba y evitar daños por la deflagración, y procedieron a detonarlo de forma controlada. Algunos vecinos contemplaron la operación desde la terraza de un restaurante cercano, haciendo caso omiso a las continuas advertencias de los agentes, que insistían en mantener una distancia prudente para evitar posibles daños.
«Una bomba no es un juguete», recriminaba uno de los policías a los vecinos, que comenzaban a darse cuenta del riesgo que podía entrañar el objeto que se convirtió en protagonista de la tarde en la tranquila barriada de La Araña. En total, se personaron en el lugar más de una decena de agentes, algunos de ellos de paisano.
A las 18.40 horas se escuchó un estruendo y una columna de humo salió de la arena de la playa. Fue entonces cuando José Jiménez tomó conciencia de su insensato comportamiento: «Si me encuentro otro artefacto así, no lo vuelvo a coger».
Eso es precisamente lo que hay que hacer en estos casos, tal y como se encargaron de repetir ayer los miembros del Cuerpo Nacional de Policía: «Nunca hay que tocar un artefacto que pueda ser explosivo».

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