Peregrinación a Marbella

Todo musulmán que se precie debe peregrinar una vez en su vida a la Meca... y veranear en Marbella. No, no es que el precepto religioso de Mahoma haya cambiado por gracia divina, pero bastan cinco minutos de paseo por Puerto Banús para observar que la nueva norma se cumple a rajatabla. Este año el desembarco árabe en la Milla de Oro se ha adelantado y desde hace un par de semanas la flota de porsches, lamborghinis y hummers ha crecido exponencialmente. Por no hablar de que las túnicas, velos y personas de tez aceitunada han tomado las calles para felicidad suprema de las cajas registradoras. Son los que más gastan, con diferencia.
El Ramadán manda y el 1 de agosto toca volver a los 40 grados a la sombra que azotan el entorno del Golfo Pérsico. Nada de comer, beber o practicar sexo mientras brille Lorenzo, algo totalmente incompatible con las relajadas costumbres veraniegas de la Costa del Sol. La primera, la del príncipe Salman, hermano del fallecido rey Fahd de Arabia Saudí y actual gobernador de Riad, un fanático de los desayunos a base de churros y zumo de naranja antes de sentarse en su yate 'Shaf London' a observar el trajín de Puerto Banús desde su privilegiado amarre. O meterse entre pecho y espalda una espectacular langosta en el restaurante Santiago. Pero nada de jamón serrano, cerdo o vino. Aunque sea verano, el Corán no hace concesiones.
Precisamente la familia real saudí marcó el pistoletazo de salida de la temporada estival árabe cuando se anunció para principios de este mes una fiesta con 1.500 invitaciones al más alto nivel. La nieta del príncipe Salman quería celebrar de nuevo que se había dado el 'sí, quiero'. Casi en el acto, los establecimientos más lujosos colgaron el cartel de completo gracias a la llegada masiva de princesas árabes y amigos con la cartera repleta. En el hotel Puente Romano la habitación estándar se cotiza a 400 euros la noche; la suite frente al mar, a 3.000 euros diarios. Al final la fiesta en el palacio marbellí se desinfló por el fallecimiento de un familiar. La avalancha de invitados se contuvo en un miradísimo listado con los más íntimos: menos de 300 personas que disfrutaron de una velada al más puro estilo de las 'Mil y una noches', cuadro flamenco incluido.
Desde entonces el intenso goteo de negrísimas perillas provenientes de Arabia Saudí, Catar, Kuwait y Abu Dabi no ha cesado. Muchos séquitos no pasan desapercibidos en la zona de la Milla de Oro o en el centro comercial La Cañada. Su gerente, Javier Moreno, recuerda perfectamente cómo en más de una ocasión se ha cerrado a pleno día alguna tienda para que sus compras fuesen lo más relajadas posibles. «No son un mito esos cierres, pero hace bastante años que ya no se producen. Aun así, los árabes siguen comprando y gastando bastante más que otros turistas».
Menos propinas
Ha llovido mucho, crisis económica mundial incluida, desde esos gloriosos años en los que el rey Fahd aflojaba la friolera de unos 6 millones de euros al día. Su séquito de 3.000 personas no escatimaba en lujosos caprichos como moverse en un centenar de Mercedes último modelo o pulirse miles de euros en apenas cinco minutos en las exclusivas tiendas de los apenas 800 metros que conforman la calle principal de Puerto Banús, donde se aglutinan las mismas firmas que en los siete kilómetros de la Quinta Avenida de Nueva York.
El estereotipo de petrodólares derrochadores ha pasado a mejor vida en la Costa del Sol. «Ya no van tirando el dinero, aunque siguen encabezando el ránking de los que más gastan, con permiso de los rusos», desvela Santiago Domínguez, decano de los restauradores de Marbella. Su libro de reservas echa chispas: todas las noches hay preparadas cuatro o cinco mesas para árabes que se dejan entre 50 y 200 euros por persona «y piden justo lo que necesitan; nada de excesos». Las propinas también han bajado considerablemente. Ya no se ven en el platillo estratosféricas cantidades. De los 1.000 euros que de vez en cuando caían se han pasado apenas a los 100... con suerte. ¡Si hasta al príncipe Salman se le ha visto refunfuñar por el precio que han alcanzado los churros!
«Las nuevas generaciones son distintas. Son muy comedidas en sus compras, no derrochan, buscan calidad y saben perfectamente cuáles son los precios», comenta el empresario Miguel Gómez, al frente de la joyería Gómez y Molina. En su céntrico establecimiento conocen bien los gustos árabes, hasta el punto de que la madre de Miguel cuenta con un visado vitalicio para visitar Arabia Saudí siempre que quiera por cortesía del fallecido rey Fahd. Así no es de extrañar que una de las últimas en echarle un vistazo a sus lujosas vitrinas fuese precisamente la nieta recién casada del príncipe Salman. Se dejó 6.000 euros en un conjunto de perlas para regalar a su niñera. Pese a que la elección le llevó su tiempo, el resto de clientes no reparó en su presencia aunque justo ese día buena parte de la ciudad hablaba de ella... y de su fiesta. Y es que cada vez se están occidentalizando más en sus costumbres y vestuario. Incluida la realeza musulmana, cuyos miembros más jóvenes estudian en las mejores universidades europeas y americanas. La princesa Sara Fahd Bin Salman se fue de compras sola con una amiga, nada de séquito real, con su melena al viento y un vestidito blanco estilo ibicenco de falda larga y manguita corta para no enseñar ni hombros ni piernas. No paró de mirar todo el tiempo su Blackberry, como cualquier otra joven de poco más de 20 años.
El jeque del Málaga
La mayoría de las casas árabes más importantes cuentan con suministradores privilegiados en Marbella, aunque su discreción hace que se sepa poco de sus nombres, cargos y fortunas. Las floristerías y servicios de catering apenas sueltan prenda de sus ilustres clientes. Poco más que les encanta decorar sus casas con flores naturales y que se pueden dejar hasta 3.000 euros a la semana con especial predilección por los tonos violetas. Sin olvidar su pasión por los pasteles de cualquier sabor de los que encargan varios kilos a diario.
La última 'celebrity' árabe en hacerse fan de los veraneos de la Milla de Oro ha sido Abdullah Al-Thani, más conocido popularmente como 'el jeque dueño del Málaga'. Miembro destacado de la familia real catarí, disfruta de su correspondiente 'casoplón' -por cierto muy cerca del lugar de veraneo de Vicente del Bosque-, e impulsa el proyecto de ampliación del Puerto de la Bajadilla. Una versión 2.0, y aun más lujosa, de Puerto Banús, donde podrán amarrar yatecitos de quitar el hipo de hasta 125 metros de eslora. (Prueben a poner 35 Ford Focus en fila y se harán una idea).
Pero a pesar del desembarco árabe, los empresarios marbellíes avisan: no todo el que tiene la tez aceitunada lleva un buen fajo de billetes asociados... aunque la renta per cápita de los procedentes de los Emiratos Árabes duplique a la de cualquier español. Marbella más que nunca se ha convertido en un imán para los árabes de toda posición.

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