Carlos Vela, autor de la chilena que supuso el 2-2, pugna con Toulalan por un balón. El francés fue de los mejores del Málaga ayer en Anoeta. |
Explicar lo que sucedió entre los minutos 89 y 92 no es tarea sencilla. El Málaga ganaba por 1-2 y se sentía un ser superior. La Real Sociedad sólo asustaba con impulsos surgidos por generación espontánea. Un disparo de Rubén Pardo, bien detenido por Willy Caballero (minuto 87) dio comienzo a otro duelo nuevo donde la Real, partiendo en desventaja, ya era mejor que un adversario que de manera inexplicable se acomodó, se adocenó y se durmió. Cambio radical. De lo sublime a lo ridículo. Un equipo que quiere, puede y tiene que aspirar a la próxima Champions nunca jamas debe olvidar que los partidos duran hasta que el señor colegiado da el pitido final y no 89 minutos. Por eso pasó lo que pasó.
En lugar de afrontar el crepúsculo del evento con tensión, el Málaga se relajó, se echó para atrás, dejó vivo a su adversario, fue incapaz de frenar un improvisado arsenal ofensivo con Llorente, Agirretxe, Vela, Ifrán, Griezmann y demás familia, que fueron a dar hasta la última gota de su sangre por Philippe Montanier, cuestionado entrenador francés que empezaba a barruntar la alargada figura de Schuster.
Carlos Vela, de estética chilena puso el 2-2. Delirio en las gradas de Anoeta que daban este punto como maravilloso. Pero los guipuzcoanos no. Y, en pleno desastre del incomprensiblemente fundido Málaga, llegó el minuto 92. Ifrán, un jugador uruguayo rapidito e inteligente, dobló la cintura de Demichelis y cruzó con inteligencia lejos del alcance de un desesperado Caballero. El Málaga regalaba tres puntos por observar prepotencia y falta de humildad cuando más falta hacía. La Real sacó réditos ilimitados a su espítitu irreductible. Y Montanier que salva una nueva pelota de partido. A este paso, el galo va a superar el récord del gato, que tiene siete vidas.
Autogol de Demichelis
. Durante toda la semana, dio la impresión de que en San Sebastián se hablaba más del dueto Montanier-Loren que del rival. Pero es que en la Costa del Sol daba la impresión de que se contaba con los tres puntos de Anoeta sí o sí. Puntos que, de haberlos sumado desde la humildad, habrían posibilitado echarle el galgo al Levante, merecido vecino del cuarto (puesto claro está). El Málaga salió templadito y la Real, medrosa. Pero lo que son las cosas, en la primera acción digna de ser llamada 'medio decentita', un centro de Estrada, sustituto ayer de Alberto de la Bella en el lateral zurdo, fue rematado de cabeza al palo por Agirretxe; el balón rebotó en Demichelis y se coló en la red. Alegría donostiarra y pesar malagueño que, como remedio al mazazo, empezó a recurrir al telento sobrenatural de Isco quien, apenas once minutos después, se sacó de la manga una preciosidad de centro que Rondón, en boca de gol y ganando la espalda de Carlos Martínez y Agirretxe clavó en los lares del chileno Claudio Bravo. 1-1. Pellegrini tenía el partido bajo palio y se llegaba al descanso con una insólita estadística arbitral: el Málaga sólo había cometido seis faltas y en cambio Turienzo Álvarez había amonestado a Isco y Monreal. Lo más divertido fue que la séptima falta (minuto 63) coincidió con la tercera amarilla (a Sergio Sánchez). Sibilino el colegiado castellano-leonés nacido en Barakaldo (País Vasco).Seba Fernández es un futbolista que suple su poca dote para dar pases de cincuenta metros con garra y honestidad. En eso fundamentó su gol. Rondón dejó un balón de cabeza en el área realista, y el uruguayo estuvo atento al segundo de despiste de Mikel González quien en lugar de despejar el esférico vio como su contrario le ganaba la posición. El fotograma siguiente fue ver a Bravo consolar a su compañero y a los malaguistas, de fiesta.
Y entonces, la gran pájara de un Málaga pusilánime que se tiró al callejón. Anoeta se olvidó del entrenador y comenzó a rugir, llevando en volandas a sus huestes que, contagiados por su fe y el acomodamiento del adversario dieron la vuelta a la noria. La fiesta en San Sebastián. Y el Málaga que fue condenado por confiado.
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