¿Qué se investiga en Málaga?

¿Qué se investiga en Málaga?
¿Qué se investiga en Málaga?


Los científicos dedican parte de su tiempo libre a los laboratorios, donde esperan resultados concluyentes que confirmen sus hipótesis

Cada año salen de los laboratorios de Málaga 125 proyectos de investigación y alrededor de 250 ensayos clínicos y estudios observacionales. Una cifra nada desdeñable que sitúa a la provincia como uno de los puntos cardinales de la investigación en España. Pese a que la crisis económica ha supuesto un antes y un después en los proyectos de laboratorio del país –y Málaga no ha sido menos–, en la actualidad hay más de 750 personas que configuran los equipos de investigación de la provincia, amparados todos ellos bajo el enorme paraguas que configura el Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (Ibima).

Creado en julio de 2010, es uno de los cuatro institutos de investigación biomédica con estructura legal a nivel de Andalucía y está en proceso de acreditación por el Carlos III de Madrid. El consejo rector de Ibima, compuesto por el Sistema Sanitario Público Andaluz y la Universidad de Málaga pretende potenciar un espacio de investigación multidisciplinar que permita la investigación de excelencia orientada a una investigación traslacional y que favorezca la innovación y la transferencia de los resultados a la práctica clínica y a las aplicaciones biotecnológicas.

Seis grandes líneas

Ibima tiene como objetivos el desarrollo y la integración de la investigación básica, clínica y de salud pública, potenciando la investigación traslacional desde las unidades de gestión clínica que integran los hospitales malagueños. En la actualidad, 47 grupos multidisciplinares de investigación lo integran, y lo hacen en todas las categorías y clínicas. En los laboratorios de Málaga se investigan todo tipo de tratamientos y ensayos. De hecho, ahora desarrolla seis grandes líneas de investigación de neurociencias y salud mental, enfermedades cardiovasculares y renales, diabetes y obesidad, oncología, oncohematología, enfermedades raras y trasplantes, enfermedades infecciosas e inmunitarias, medicamentos y vacunas así como terapias innovadoras y nuevas tecnologías.

Pero el trabajo del investigador requiere de grandes dosis de paciencia y de mucho tiempo. Estos trabajadores son conscientes de que avanzar en un laboratorio para obtener resultados no es chica tarea y que pueden necesitar años, algunos, incluso, décadas, para tener datos fiables. Después, las revistas científicas de mayor renombre les publicarán los estudios, lo que les sitúa a la vanguardia de la ciencia y los equipara a sus colegas de todo el mundo.

Más tarde llegan los ensayos clínicos, aunque antes deben haber investigado con animales. El fin último del investigador es que su hallazgo sirva al paciente: que una enfermedad se cure, que un grupo de pacientes evite una patología, que aumente la supervivencia o que los tratamientos sean más certeros para combatir un problema de salud.

No obstante, la voluntad y la dedicación no son suficientes. Los recortes presupuestarios han puesto en más de un brete a los científicos, que han visto cómo mermaban las cuentas para mantener contratos o disponer de los costosos medios necesarios para investigar y sacar adelante los proyectos en los que llevan años invirtiendo su tiempo de trabajo y de ocio.

España es uno de los países con mayores recortes. Las cuantías llegan a tres niveles: europeo, nacional y de comunidades. Todos los investigadores consultados confirman que la tijera ha llegado de manos de todos los estamentos. El problema no es sólo que invertir en investigación es hacerlo en salud y que, a la larga, esta supone menos gasto a los gobiernos. El principal problema es que, según aduce la mayoría de investigadores, España está perdiendo a grandes expertos que están emigrando ante la falta de oportunidades.

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